La Sin nombre.

Le llaman la Sin Nombre.




Y, verdaderamente, no lo tiene.

No porque no lo recuerde, si no porque nunca quiso creer en él.

Para ella, un nombre es una palabra; una mirada, un mundo.

Ya ha vencido a la vieja pregunta, ya no tiene miedo.

Es una promesa que nacerá en un futuro y se cumplió en un pasado.

Mientras, es un satélite en órbita alrededor del presente.


Recoge, surcando mil mares, eternas preguntas.

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