Roma; sacarte de mi mente. Ya no hay...


Ciao, amore mio...


Roma me consume. Me encadena y me aprisiona, obligándome a abrir los ojos ante la cruda realidad. Roma es cruel, amor, es muy cruel. Ya te lo dije; aquí el amor flota en el aire y eso... Me recuerda demasiado a ti, a lo que vivimos y de lo que ya no queda nada.

Ya no hay aniversarios, ni cenas locas bajo la luz del cartel de aquel restaurante mejicano, ni siquiera despertares, amaneceres... Aquí no hay.

Es triste andar paseando, mirando los besos de los demás. Ya no hay besos... Y cruzarse con más de mil enamorados que se cogen de la mano y mirarse la mano... Y ver que está vacía. ¿Quién no ha llorado alguna vez por amor, cuando se pierde una ilusión? ¿Quién? En Roma, nadie. Todos parecen tener a alguien con quien compartir sus labios, con quien despertar y ver realmente un amanecer... Todos menos yo.

(Pulgarcita está durmiendo, no tengo mucho que contarte sobre ella)

Aquí en Roma, Cupido tiene guardada mi flecha y no la utiliza. Puede que intente esperar el momento adecuado, en el lugar adecuado y con la persona adecuada. El entramado perfecto; ojalá existiera... Ahora no estaría aquí derramando lágrimas por ti.

Y es que son insaciables, amor. Brotan de mis ojos como miles de cuchillos afilados recién pulidos y me desgarran las mejillas en finos ríos que susurran, insinuantes, tu nombre en el nombre de Roma.

Y apenas me queda el recuerdo de las tardes en el parque, de aquel verano, de las escapadas a la playa, a escondidas de todo el mundo, de aquellos mensajes a las tres de la mañana, de todos los "¿Por qué no me dejas dormir?" y los "Lo siento, me he dormido", de las cosquillas en la barriga, de las duchas para quitarnos el barro y la sal, de el aroma a café recién hecho que me llegaba cuando, por las mañanas, iba a despertarte y te encontraba despierto.


De ti, amor, apenas me queda el recuerdo de ti.

A veces revivo, soñando despierta en el sofá de mi habitación, la sensación que me despertaba en el pecho el simple hecho de escuchar tu voz a lo lejos, verte salir del ascensor o estar a tu lado sabiendo que no puedo ni rozarte porque no estamos solos y se puede tardar años en comprender algo como lo nuestro.


Y, sin embargo, resulta increíble que se pueda tardar apenas unos segundos en sentirlo.

De nuevo, amor.


Tu nombre escrito en el nombre de Roma.

Eita.

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